En el corazón de la Puna jujeña, La Quiaca busca posicionarse en el escenario internacional a través de su cultura, su historia y sus costumbres. Con una identidad forjada en el sincretismo de los pueblos originarios y las tradiciones andinas, la ciudad impulsa un ambicioso proyecto de promoción cultural, en el que su máxima expresión, la Manka Fiesta, emerge como un activo de valor incalculable.
Este evento, donde el trueque y la cosmovisión andina se entrelazan, es más que una feria: es la memoria viva de un pueblo que resiste a la globalización sin perder su esencia. Sin embargo, el desafío es grande: difundir su importancia, arraigarla en las nuevas generaciones y convertirla en un símbolo universal de identidad y resistencia cultural.

La educación como pilar: un legado que debe enseñarse
El profesor Mario Fidel Tolaba, escritor y promotor cultural, es una de las figuras clave en esta cruzada por la revalorización de la Manca Fiesta. En diálogo con La Quiaca Noticias, resaltó la importancia de inculcar este legado desde la infancia:
“Muchos jóvenes que dejan La Quiaca para estudiar en otras provincias no saben qué responder cuando les preguntan sobre la Manka Fiesta. Algunos ni siquiera han participado. Debemos trabajar desde la educación para que cada quiaqueño lleve consigo este conocimiento como parte de su identidad.”
La literatura juega un papel central en este proceso. Tolaba ha plasmado en su obra “Tierra de Sueños” relatos que rescatan mitos y costumbres quiaqueñas, como la leyenda de la Manka Fiesta y el “Muñequito de Durazno”, relatos que ya están llegando a las escuelas y despertando la curiosidad de los niños sobre sus propias raíces.
Un puente entre el pasado y el futuro
El esfuerzo por convertir la cultura quiaqueña en un atractivo internacional va más allá de la literatura. La promoción de la Manka Fiesta implica una estrategia integral, en la que participan escritores, artesanos, músicos y gestores culturales. Las ferias de artesanías, la gastronomía típica y la música regional no solo embellecen la festividad, sino que reflejan un conocimiento ancestral que ha sobrevivido por generaciones.
El problema, según Tolaba, es que aún falta apropiarse plenamente de este tesoro cultural:
“Tenemos en nuestras manos un patrimonio valioso, pero muchas veces no lo valoramos lo suficiente. Hay quienes han vivido en La Quiaca toda su vida sin haber presenciado la Manka Fiesta. Necesitamos un cambio de mentalidad para reconocer que lo nuestro tiene un valor inmenso y que puede ser un puente hacia el mundo.”
El desafío del reconocimiento internacional
La intención de declarar la Manka Fiesta Patrimonio de la Humanidad es un objetivo ambicioso, pero realista. Ciudades y regiones de todo el mundo han logrado posicionar sus tradiciones como marcas culturales de valor global. El Camino del Inca, el Carnaval de Oruro en Bolivia, o la Fiesta de la Pachamama en Perú son ejemplos de cómo una celebración local puede convertirse en un atractivo mundial.
El reconocimiento por parte de organismos como la UNESCO no solo aportaría visibilidad, sino que además permitiría fortalecer las políticas de preservación cultural, generar turismo sostenible y dar oportunidades económicas a los artistas y productores locales.
Una identidad que trasciende fronteras
La Quiaca está en un momento clave de su historia. A medida que el mundo busca autenticidad y valores culturales genuinos, la Manka Fiesta se presenta como una oportunidad inigualable para posicionar a la ciudad en el mapa global. Pero este sueño solo será posible si los propios quiaqueños abrazan su herencia y la proyectan con orgullo.
Como dice Tolaba, “Cada vez que viajamos, llevamos nuestra identidad con nosotros. Es hora de que todos sepamos contar nuestra propia historia, porque lo que no se cuenta, se pierde”.