Este 20 de junio, en un acto cargado de épica y emoción, la ciudad más septentrional de la Argentina honró a su emblema más sagrado: la bandera nacional. Desde los 3492 metros sobre el nivel del mar, donde el viento frío abraza la tierra puneña, el intendente Dante Velázquez encabezó el acto central por el Día de la Bandera en La Quiaca, acompañado por autoridades civiles, militares, excombatientes, instituciones escolares y cientos de vecinos que se acercaron con fervor patriótico.
Los verdaderos protagonistas fueron los alumnos de cuarto grado de las escuelas quiaqueñas, quienes realizaron la tradicional promesa de lealtad a la bandera bajo el cielo diáfano del norte. Sus voces, temblorosas pero firmes, renovaron el compromiso con los valores de la nación que Manuel Belgrano encarnó con su vida. En la ciudad más alta donde flamea la enseña patria, no fue un acto más: fue un reencuentro con los orígenes, una reafirmación de identidad y un llamado a defender lo que somos.
Dante Velázquez, en un discurso conmovedor, convocó a reflexionar sobre el legado de Belgrano, un hombre que murió en la pobreza, pero que nos dejó como herencia el sentido más profundo de la justicia social, la equidad y la soberanía nacional. “Murió sin nada, pero nos dio todo”, dijo el intendente, evocando al prócer como guía en estos tiempos de desencuentro y crisis.
“Desde esta puerta norte de la patria —afirmó—, tenemos el deber irrenunciable de mantener en alto nuestra bandera, de abrazar su simbolismo como escudo ante las adversidades y faro de unidad nacional. En este rincón tan lejano, también somos profundamente argentinos, y debemos hacer sentir esa argentinidad en cada hogar, en cada niño, en cada futuro”.
El acto fue también una expresión de orgullo local. Las calles lucieron los colores celeste y blanco, la banda municipal interpretó con solemnidad el himno y la marcha a las Malvinas, y las instituciones reafirmaron su compromiso con la memoria histórica. Desde la embajada argentina en Bolivia hasta las fuerzas de seguridad y educativas, toda la comunidad acompañó un mensaje de unidad, identidad y futuro.
La jornada no fue solo una celebración simbólica. Fue una reafirmación política y emocional desde una ciudad que, aunque alejada de los grandes centros urbanos, sostiene con dignidad la llama encendida de la Patria. “Que no nos arrebaten la bandera”, remarcó Velázquez con firmeza. “Que nunca nadie nos quite el derecho a sentirnos argentinos, con la frente en alto y el corazón celeste y blanco”.
Desde La Quiaca, donde la patria nace cada día en el horizonte de los Andes, el mensaje fue claro: en tiempos de crisis, la bandera nos une. Y desde el extremo norte del país, su latido resuena con fuerza en cada rincón de la Argentina.